(...) allí estaba la quilla de “La Rosa de Alejandría”, secundando la maniobra de virar a babor en el inicio de la maniobra del atraque. Era como si llegara hasta él su casa, cuatro puntos cardinales propicios, una patria.
Repasó la fisonomía del barco como se repasa el cuerpo del amor después de una larga ausencia o de un inútil olvido y quedó a la espera de que se detuviera, casi a solas, sin otra compañía que los amarradores indolentes, con una colilla en los labios y el gesto lento pero preciso para el amarraje.
Manuel Vázquez Montalbán 'La Rosa de Alejandría'