El tiempo cambia todo. Convierte lo novedoso en tradicional, la sorpresa en costumbre y las vivencias en recuerdos. Es indudablemente la cuarta dimensión.
Al ver el soporte de lo que en tiempos fue un cartel publicitario, pensé en cuántas cosas se anunciarían allí, atrayendo las miradas de los paseantes. Hoy no es más que un trozo de historia clavado a una fachada sobre la que llueve y sale el sol día tras día, sin que nadie se de cuenta.