Por la tarde, con un sol inclemente, hay que buscar una sombra protectora. Eso debió pensar este hombre, que se cobijó bajo un árbol frondoso, sentado en un banco, viendo pasar a la gente que disfrutaba de un domingo de verano. Y viendo pasar a una mujer que le hacía fotos a la gente, a los edificios y a todos los rincones que descubría a su paso.
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